Soy un pirata! Arf! Arf!
Había una vez una Monguis. También había plantas.
Las plantas y las Monguis no se llevan bien. Entonces las Monguis evitan a las plantas.

Sin embargo, un día la Monguis se dirigía a su casa cuando sucedió lo peor. El camino usual estaba obstruido por lo que solo quedaba cruzar un prado lleno de plantas. Así comenzó la guerra.

Las plantas pelearon como nunca, aventando frutos y semillas, entorpeciendo el camino e inmovilizando a su rival.
Por su parte, la Monguis resistía con valentía, dando golpes, esquivando latigazos y corriendo con destreza. Pero las plantas eran muchas y muy malvadas. Fue entonces cuando a la Monguis se le ocurrió una idea.

PEnsando que las plantas son, después de todo, vegetales, empezó el ataque culinario. La Monguis empezó a comer a diestra y siniestra, mezclando hojas con pétalos y tallos con raíces. Era todo un festín clorofilezco. En pánico, las plantas decidieron darse a la huída.
Desde entonces las Monguis del mundo ya no le temen a las plantas y comen sus vegetables porque, aquel día, ellas ganaron la guerra.

Fin.
Había una vez un pequeño panda.
El pandita hacía cosas de panditas como comer bamboo, dormir, perseguir mariposas, poner las lucecitas de navidad y dormir.


Pero el pandita tenía un sueño y era ser pandadero.


Entonces recorrió el mundo para aprender hacer el pan más rico conocido.


Y un día lo logró. Horneó el mejor pan que alguna vez haya existido.


Era tan irresistible que el pandita se lo comió y así nadie nunca supo de lo exquisito de su creación.


Habiendo realizado su sueño, el pandita siguió pandeando feliz.


Fin.
Un día me encontré un huevito en el piso.Pensé que se había perdido así que me lo llevé para cuidarlo. Pasaron los días y el pobre huevito no nacía pero yo lo mantenía cómodo y calientito.
Entonces apareció una mamá Pájaro reclamando a su retoño, pensando en que yo lo había hurtado. En eso el huevito nació y le explicó a su mamá mis buenas intenciones.
En agradecimiento, la mamá Pájaro me dejó subir a su espalda y me llevó volando por el cielo hasta el atardecer.

Después me dejó en mi camita y ella, junto con el huevito nacido, volaron lejos para no volver jamás.
Fin.
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