Había una vez un girasol.
Un día amaneció y la flor empezó a seguir al Sol, inclinándose de este a oeste hasta la caída de la tarde. Entonces se percató de que el Sol desaparecería. Asustada, sacó sus raíces de la tierra y corrió detrás de él. Aún así, sin importar qué tan rápido fuese, el girasol fue incapaz de alcanzarlo.
Cansada, triste y sola, la flor, que ahora lucía sus pétalos cerrados, se dispuso a descansar en un prado. De pronto se vio iluminada bajo la gran luna llena. Entonces abrió sus pétalos y la siguió. Fue así como se convirtió en giraluna.
Fin.
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